Dicen que no había mucho donde elegir, que el premio estaba cantado... El caso es que los galardones a la mejor película y al mejor director para el film de Leos Carax no han sorprendido a nadie. Lo curioso es que la película del controvertido director francés ("Los amantes de Pont-Neuf", "Pola-X") ha fascinado y disgustado por igual. "Holy motors" ha recibido todo tipo de calificativos: desde "excitante", "maravillosa" y "genial" hasta "chalada", "infame", "espantosa" y "pretenciosa". La historia de un ser con múltiples vidas paralelas durante 24 horas es una de esas experiencias cinematográficas que despiertan el amor más entusiasta o el rechazo absoluto.
Con respecto al resto del palmarés, destaca el Premio Especial del Jurado a Jennifer Chamber Lynch (hija de David Lynch) por su película "Chained". El film narra las experiencias de un taxista psicópata que secuestra a un niño de 8 años y le obliga a ser testigo de terribles sucesos, entre ellos, la muerte de su propia madre. Con esta premisa tan "agradable" a uno le quedan pocas ganas de ver esta película protagonizada por Vincent D'Onofrio, cuyo premio al mejor actor ha sido bastante mejor recibido que el otorgado a la película. La directora ya obtuvo el máximo galardón de este festival en 2008 con su película "Surveillance (Vigilancia)".
Una de las cintas mejor acogidas del festival ha sido "Sightseers" de Ben Wheatley. El film ha recibido el premio a la mejor actriz para Alice Lowe y el de mejor guión. La película es una comedia de humor negro que narra la historia de Chris y Tina, una pareja con tendencia a los actos de locura que emprende un viaje por las islas británicas. Como es habitual en este festival de cine fantástico, hay una cuota importante de cine asiático que tampoco se ha ido de vacío: la tailandesa "Headshot" se ha llevado el premio a la mejor fotografía y la coreana "The viral factor" ha recibido el premio a los mejores efectos especiales.
Finalmente, el público ha otorgado su premio a una película de contenido más amable: "Robot & Frank". Esta producción norteamericana cuenta la historia de un jubilado (Frank Langella) que recibe como regalo de sus hijos un robot para que le asista y le ayude en sus fallos de memoria. Tras una reticencia inicial, el protagonista acabará encariñándose con el robot y se planteará utilizarlo para volver a su antigua ocupación: ladrón de joyas.
Concluye así un festival marcado por el gran éxito en la afluencia de público más que por la calidad media de sus películas a concurso.
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